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Texto y fotografías: Mikel Urquiola

Aunque seguro que existen más casos, solo conozco una sierra que tome su nombre de la ciudad que se levantó después a sus pies. Y esto sucede con los Montes de Vitoria.

Al igual que sucede con las sierras de nuestro entorno, los Montes de Vitoria constituyen un espinazo levantado en orientación este – oeste y, así, delimitan dos zonas climáticas diferentes, ejerciendo de escudo protector contra algunos frentes que entran desde el norte. A grandes rasgos, mientras por su vertiente norte se despliegan bosques de robles y hayas, junto con algunas manchas de serbales, abedules, fresnos, arces o tejos, en el sur encontramos algunos prados y bosques de encinas y boj. No tienen una gran elevación, ya que sólo en algunos puntos se superan los 1.000 metros, ninguno de sus montes despunta por su dificultad técnica y la tierra y la vegetación hacen invisible a la roca desnuda.

Flores en el camino

Flores en el camino

En los montes de Vitoria no existe un hito turístico, ni turistizado, que los simbolice. No hay cascadas hechizantes ni cuevas deslumbrantes, ni prados especialmente indicados para la agricultura o ganadería. Tal vez por estas razones, Vitoria ha vivido de espaldas a sus montes y, así, han sido percibidos por las generaciones más recientes como un espacio secundario frente a los Parques naturales de la provincia. Y, para las anteriores, más como una muralla que un hábitat natural. No en vano, sus caminos ancestrales pasaban únicamente por los collados más accesibles y no tenían más función que servir de paso para el suministro de la ciudad, ya fueran alimentos como el vino o el pescado o piedras para la construcción de edificios señoriales. Incluso, parece que no hubo más asentamientos prehistóricos que en la zona del Kastañarri, próxima al puerto de Okina. Preferían asentarse en la llanada o ascender hasta las mesetas de Entzia o Urbasa.

Busto desde San Miguel o Peña Mayor

Busto desde San Miguel o Peña Mayor

Los Montes de Vitoria son el escenario de naturaleza más próximo a la ciudad. Es el terreno donde en 15 minutos se puede pasar del bullicio de la urbe a la ternura salvaje de la naturaleza. Pero no solo es esto. También constituye un escenario ideal para perderse en la naturaleza. Por eso, si en algún lugar juego a seguir el instinto, éste es en los Montes de Vitoria. En algunos parajes resulta sencillo y divertido, por las carreteras que los atraviesan y alguna referencia visual, si las condiciones meteorológicas lo permiten. En otros casos, tendemos que andar con más cuidado. Casi siempre se cruza en el camino un riachuelo tentador, donde hay que elegir vadearlo o continuar su curso en busca de su nacedero, inventando nuestro camino. O nos damos de bruces con un montículo redondo colmado de vegetación, un pequeño monte de forma triangular al que subir y bajar corriendo o una loma herbosa por la que continuar los pasos. Después, tirando de sentido de la orientación o de mapa, no suele costar mucho tiempo dar con el camino de retorno, en un juego entre la naturaleza y nuestra capacidad de orientación.

A nivel paisajístico, destacan por ser una atalaya natural, dada su prominencia. Donde el bosque clarea, permite observar los paisajes del norte y sur. Hacia el norte, la llanada alavesa está presidida por Vitoria y el polígono industrial de Jundiz y flanqueada por la Sierra de Badaia, el Gorbea, Urkiola, el Aitzgorri, el Aratz y la sierra de Altzaina. Mientras en las montañas del norte se intuye el verde de tierras más húmedas, hacia el sur se abre paso una vegetación propia de un clima continental. Así, destaca el bosque de Izki, a un lado, y los campos de cereal, hacia el suroeste. Y las sierras de Codés, de Cantabria y los Montes Obaerenses son los encargados de cerrar nuestro horizonte en esta dirección.

Riachuelo que desciende hacia la llanada

Riachuelo que desciende hacia la llanada

Adentrarse en los Montes de Vitoria es una invitación a empaparse de naturaleza. Sentarse a escuchar el sonido, divisar corzos pegando brincos o descubrir unos hongos de los buenos alimenta el espíritu. Asimismo, se puede optar por ascender empinadas pendientes camino de las cimas de los Montes de Vitoria o bien aprovechar las carreteras para acercarnos a un puerto y recorrer cómodamente sus alturas. Por eso, proponemos varios espacios y recorridos que forman parte de nuestras andanzas cotidianas:

– Tras salir de Ullibarri de los Olleros y en la curva previa a subir el puerto de Okina se abre una compuerta a un magnífico barranco. Sin más guía que el riachuelo que desciende, se puede remontar por su cauce hacia las alturas del Puerto de Okina o del Pagogán, según nos apetezca.

– La colada de Puerto Betoño nos acerca a nuestra historia, ya que fue el camino por el cual desde la cantera de Ajarte se llevaban las piedras necesarias para levantar la Catedral de Santa María, allá por los siglos XIII y XIV. Es un recorrido que nos atrae especialmente cuando está nevado.

Las losas de la Colada de Peña Betoño

Las losas de la Colada de Peña Betoño

 

– El cercano Eskibel, con su característica torre de telecomunciaciones de las guerras carlistas, posibilita un ascenso rápido desde Armentia o Subijana, para observar Vitoria desde este mirador. Y si eres de los que les gusta ver anochecer en la naturaleza, es un lugar sencillo para luego descender hasta Armentia, mientras la ciudad se prepara para acostarse.

– Desde el Puerto de Vitoria se puede realizar hasta el monte Arrieta un recorrido circular volviendo por el Rosteta, a través de angostos pasillos de vegetación y claros que se abren en el cordal. Ideal para los que les gusta correr por la naturaleza sin tener que afrontar grandes desniveles.

– Y, finalmente, desde el Puerto de Okina se puede ir al San Cristóbal en un corto y variado paseo o bien, optar por ir hacia el este, en busca del río que desciende bravo hacia los barrancos que circundan el Almurrain.

Visión desde cerca del Puerto de Okina

Visión desde cerca del Puerto de Okina

No obstante, existen muchas más posibilidades y rincones. Así, también se nos vienen a la cabeza el magnífico bosque mixto del Almurrain, el barranco de Salsibarri o la visión desde el Itxogana o el Paletón. Para sentir el amanecer de un nuevo día, para escuchar el crujido de las hojas de un bosque de hayas tras nuestros pasos o para correr jugando a esquivar árboles. En este sentido, la marcha – carrera de montaña bianual de Los 10 montes de Vitoria es realmente interesante. También, los amantes del BTT o a los que les gusta montar a caballo pueden encontrar múltiples rutas. Solo depende de las sensaciones que busquemos en la naturaleza, a un paso de casa.

Rocas, hojas y hayas

Rocas, hojas y hayas